Paul Eluard - Poema

A Morte o Amor a Vida

Julguei que podia quebrar a profundeza a 
                                                               [imensidade 
Com o meu desgosto nu sem contacto sem eco 
Estendi-me na minha prisão de portas virgens 
Como um morto razoável que soube morrer 
Um morto cercado apenas pelo seu nada 
Estendi-me sobre as vagas absurdas 
Do veneno absorvido por amor da cinza 
A solidão pareceu-me mais viva que o sangue 

Queria desunir a vida 
Queria partilhar a morte com a morte 
Entregar meu coração ao vazio e o vazio à vida 
Apagar tudo que nada houvesse nem o vidro 
                                                             [nem o orvalho 
Nada nem à frente nem atrás nada inteiro 
Havia eliminado o gelo das mãos postas 
Havia eliminado a invernal ossatura 
Do voto de viver que se anula 

Tu vieste o fogo então reanimou-se 
A sombra cedeu o frio de baixo iluminou-se de 
                                                                      [estrelas 
E a terra cobriu-se 
Da tua carne clara e eu senti-me leve 
Vieste a solidão fora vencida 
Eu tinha um guia na terra 
Sabia conduzir-me sabia-me desmedido 
Avançava ganhava espaço e tempo 
Caminhava para ti dirigia-me incessantemente 
                                                                     [para a luz 
A vida tinha um corpo a esperança desfraldava 
                                                               [as suas velas 
O sono transbordava de sonhos e a noite 
Prometia à aurora olhares confiantes 
Os raios dos teus braços entreabriam o nevoeiro 
A tua boca estava húmida dos primeiros orvalhos 
O repouso deslumbrado substituía a fadiga 
E eu adorava o amor como nos meus primeiros 
                                                                         [tempos 

Os campos estão lavrados as fábricas irradiam 
E o trigo faz o seu ninho numa vaga enorme 
A seara e a vindima têm inúmeras testemunhas 
Nada é simples nem singular 
O mar espelha-se nos olhos do céu ou da noite 

A floresta dá segurança às árvores 
E as paredes das casas têm uma pele comum 
E as estradas cruzam-se sempre 
Os homens nasceram para se entenderem 
Para se compreenderem para se amarem 
Têm filhos que se tornarão pais dos homens 
Têm filhos sem eira nem beira 
Que hão-de reinventar o fogo 
Que hão-de reinventar os homens 
E a natureza e a sua pátria 
A de todos os homens 
A de todos os tempos. 
Tradução de Antônio Ramos Rosa

In. Algumas das Palavras
Fonte: Citador

Francisco Perna Filho - Poema

Ramon, Goias x América-MG (Foto: André Costa / Agência Estado)
Impassível



No campo, o jogo,
na arquibancada, o grito
na mente, o desejo
no banco, expectativa.
Acabado o espetáculo,
as comportas  abertas jorram
homens, mulheres, meninos,
cujas casas os esperam.
Ainda lá atrás, um minuto de silêncio*;
ninguém se calou,
aplausos vieram,
pois o jogo acabara de iniciar-se.
quem morreu, morreu,
quem se importa?
É gol!.



*Goiânia, sexta feira, 13/07/2012, no jogo entre Goiás e América de Minas Gerais, a direção do Estádio Serra Dourada pediu um minuto de silêncio em memória do radialista Valério Luíz, assassinado recentemente, quando saía da emissora de rádio na qual trabalhava.


Imagem: Globo Esporte

Paulo Leminski - Poema





O Hóspede Despercebido



         Deixei alguém nesta sala
que muito se distinguia
         de alguém que ninguém se chamava,
quando eu desaparecia.
         Comigo se assemelhava,
mas só na superfície.
         Bem lá no fundo, eu, palavra,
não passava de um pastiche.
         Uns restos, uns traços, um dia,
meus tios, minhas mães e meus pais
         me chamarem de volta pra dentro,
eu ainda não volte jamais.
         Mas ali, logo ali, nesse espaço,
lá se vai, exemplo de mim,
         algo, alguém, mil pedaços,
meio início, meio a meio, sem fim.

In. Distraídos Venceremos
Imagem retirada da Internet: eu


Adonis (Ali Ahmad Said) - Poema



EL TIEMPO



Abrazo a la espiga del tiempo,
mi cabeza es una torre de fuego.
¿Qué es esta sangre que palpita en la arena
y qué es este ocaso?
Llama del presente, ¿qué vamos a decir?

En mi garganta están los jirones de la Historia
y en mi rostro los signos del sacrificio.
¡Qué amargo es ahora el lenguaje!
¡Qué angosta la puerta del alfabeto!

 Abrazo a la espiga del tiempo,
mi cabeza es una torre de fuego.
¿Se ha convertido el amigo en verdugo?

 Un vecino ha dicho: ¡Cuánto tarda Hulagu en venir!
¿Quién llama a la puerta? ¿El recaudador de impuestos?
Dale el tributo... siluetas de mujeres
y de hombres... imágenes que caminan...
Nos hemos hecho señales, nos hemos intercambiado secretos.
Nuestros pasos son una hebra de muertos.
¿Tu muerto viene de tu Señor
o tu Señor viene de tu muerto?
Perdido por el enigma, se inclina
cual arco de terror sobre sus días encorvados.

 - Tenía un hermano. Desapareció. Mi padre se volvió loco.
Mis hermanos murieron. ¿A quién invocar?
¿Hay que abrazar a la puerta, suplicar a la alfombra?
- Delira. Trae la tabaquera y cúralo con el rapé de los sabios.

Cadáveres que el asesino lee cual anécdotas.
¿Este montón es un granero de huesos, la cabeza de un niño
o un trozo de carbón?

¿Es un cuerpo esto que veo o un esqueleto de barro?
Me inclino, arreglo dos ojos y remiendo una cadera.
Tal vez la intuición me ayude
y me guíe un fulgor de memoria
pero es inútil que investigue la delgada hebra,
inútil que junte una cabeza, dos brazos y dos piernas
para descubrir la identidad del muerto.

- ¿A quién predica la hormiga y por qué asustarse?
Poesía es mezclar en el ojo esta trágica chispa.
Éxtasis es ver tu casa volar en estallidos hacia Dios.
Encaramada a un alminar,
la lechuza del adivino ulula.
De su grito ha tejido un arco iris
y, ahogada de alegría, ha llorado
Abrazo a la espiga del tiempo,
mi cabeza es una torre de fuego.
El payaso ha revelado sus secretos.
Este tiempo rebelde es una tienda de alhajas,
un pantano de profetas.
El payaso ha revelado sus secretos.
La verdad será la muerte, el pan de los poetas
y lo que se llamó o se convertirá en patria
no es más que un instante a la deriva
sobre el rostro del tiempo.

El payaso ha revelado sus secretos.
Esplendor del diluvio, ¿dónde está tu llave?
Inúndame de gracia, toma mis últimas riberas,
tómame.

Un abismo ardiente me ha hechizado,
un camino por el que huyen los caminos.

Abrazo a la espiga del tiempo,
mi cabeza es una torre de fuego.
Mi alma ha olvidado sus pasiones,
ha olvidado su patrimonio, oculto en la casa de las imágenes.
No volverá a recordar lo que ha dicho la lluvia,
lo que ha escrito la tinta de los árboles.
Mi alma no dibuja más que una gaviota
empujada por las olas contra las amarras de un barco.
No escucha más que un grito metálico:
he aquí el corazón de la ciudad,
luna rota, unida al ombligo de un fantasma de chispas.
No sabe que Dios y el poeta
son dos niños que duermen en la mejilla de una piedra.  

Mi alma ha olvidado sus pasiones,
por eso temo la sombra
y el bosquejo del futuro,
por eso me invade la duda
y el sueño se me resiste.
Amarrado, corro de un fuego a otro,
sofocado bajo el sudor que chorrea por mi cuerpo,
compartiendo con los muros el insomnio de la noche
(fieras son los pasos de la noche).
A menudo he dicho a la poesía sedimentada
en el fondo de mi memoria:
¿qué es esta sierra en mi cuello?
¿Quién me dicta la aleya del silencio?
¿A quién contaré mis cenizas?
Yo, que no sé arrancar el pulso y arrojarlo a la mesa.
Yo, que rechazo hacer de mi tristeza un tambor para el cielo.
Así pues diré: mi vida ha sido morada de espectros,
molino de viento.

Abrazo a la espiga del tiempo,
mi cabeza es una torre de fuego.
Los árboles del amor en Qassabin
son hermanos de los árboles de la muerte en Beirut.
El bosque de mirto consuela al bosque del exilio.
Qassabin penetra en el mapa de la hierba
y destila las entrañas de las llanuras.
Beirut penetra en el mapa de la muerte:
las tumbas son jardines, despojos, campos.

¿Qué fuerza vierte a Qassabin en Tiro y Sidón
y es Beirut quien se derrama?
¿Qué es eso que alejándose se aproxima?
¿Quién mezcla en mi mapa esta sangre?

El verano se seca y el otoño no ha llegado,
la primavera ha ennegrecido en la memoria de la tierra,
el invierno es como la muerte lo dibuja:
agonía y hemorragia,
época surgida de un frasco de predestinación
y de la palma de la suerte,
época del extravío que improvisa el instante y rumia el aire.

¿Cómo podréis reconocerla?
Un muerto sin rostro que contiene todos los rostros.

Abrazo a la espiga del tiempo,
mi cabeza es una torre de fuego.
Agotado, me doy la vuelta y observo:
¿Qué son esos andrajos? ¿Crónicas, países,
banderas colgadas al acantilado del crepúsculo?

 En un instante leo las generaciones,
en un cadáver reconozco miles de cadáveres.
Me sumergen los abismos del absurdo,
mi cuerpo se escapa,
mi rostro no aparece en el espejo,
mi sangre huye de las arterias.
¿Será porque no veo a la luz
transportar mis sueños hacia ella?
¿Será el lugar más remoto de un mundo
que los demás bendicen y yo maldigo?
¿Qué es esto que desarraiga mis profundidades
y se marcha entre la jungla del deseo,
los países, los océanos de lágrimas
y la descendencia de símbolos,
entre las venas y los sexos,
las épocas y los pueblos?

¿Qué es esto que divide mi alma y me destruye?
¿Acaso soy la encrucijada de caminos?
En el instante del descubrimiento ¿ha dejado mi camino
de ser mi camino?
¿Soy más que un ser, mi historia es mi abismo
y mi plazo mi incendio?
¿Qué es esto que en una carcajada se eleva
de mis miembros ahogados?

¿Soy múltiples seres que se preguntan:
¿Quién eres? ¿De dónde vienes?
¿Son mis órganos los bosques del combate
en una sangre-viento, en un cuerpo-hoja?

¿Soy un loco? ¿Quién soy en estas tinieblas?
Enséñame y guíame, locura.
¿Quién soy, amigos? Respondedme,
vosotros, los visionarios, los oprimidos.

Ojalá pudiera escaparme de mi piel
sin saber quién he sido ni quién seré.
Busco un nombre, algo que nombrar,
pero nada es nombrable.
Una época ciega, una Historia cegada,
una época de limo y una Historia de ruinas.
El dominador es dominado.
¡Alabadas seáis, tinieblas!

Abrazo a la espiga del tiempo,
mi cabeza es una torre de fuego.
Mi antepasado semita es agarrado
por lo que ha engendrado el destino ciego.
¿Un papagayo? ¿Un profeta colado en una momia?
Oh, antepasado al que aparto de su camino.
Tú eres el que habita en la molécula del agua
y en los astros celestes.
Es prudente que camines así,
orgulloso hacia el pasado.
Tú eres el misterio,
el reino receloso de las profecías.

Extraviado en el error, no puedo comprenderte.
Tú eres el prodigio,
antepasado al que yo rechazo ahora.
A pesar de que haya amado la creación en tu nombre,
no me reconocerás, nada me unirá a ti,
aparte de estas huellas enterradas en mi alma
que me lloran y me hacen llorar sobre ti.

Abrazo a la espiga del tiempo,
mi cabeza es una torre de fuego.
El fin de la época que llovía piedras[1]
ha encontrado el comienzo de una era que llueve petróleo.
El dios de las palmeras se arrodilla ante un dios del hierro

y yo, entre estos dioses, soy la sangre derramada,
la caravana que huye.
Palpo mi fuego apagado,
me pregunto cómo engañar a mi muerte,
rebelde en su desierto,
y digo que el universo lo teje mi sueño.
La trama se deshace,
me veo en un abismo
y me entrego a la noche de la caída.

Veo en las cosas un cerco de humo,
percibo el mundo como una cacería.
Se extiende la mesa:
los cuerpos son los condimentos,
las cabezas los recipientes
y Dios se sienta a la mesa de la caza.
Una gacela era panadera, una iguana soldado.

¿Es Dios quien se come la caza
o es la caza quien se come a Dios?
Los caminos mienten, las riberas traicionan.
¿Cómo no caer fulminado por la locura?
Reniego del comensal y del manjar
y acojo a todo lo errante.

Mi consuelo es sumergirme en mi sueño,
excederme, ondear
y cantar el deseo del rechazo.
Deliro. Venus es la ajorca de mis días,
Capricornio mi brazalete
y las flores en sus corolas son balcones...

Mi consuelo es salir y convocar
a todos los verbos de la salida.
Ensillad estos vientos desbocados.
La Historia ha sido degollada
y esto no es más que el preludio.
Dejad al verdugo, a la víctima y al sacrificio como mártires,
cubridme con sus restos
y dibujadme una ruina.

Así sacaré a la sabiduría de su yacimiento
y gritaré: Bienvenidos mis escombros, mi decadencia.
Mañana la muerte me soplará sin que me extinga,
mañana saldré de la luz para ir hacia otra luz.
Cierto que soy más frágil que un hilo
pero más noble que un dios.

Así comenzaré a abrazar mi tierra
y los secretos de sus pasiones.
El cuerpo del mar es su amor,
un amor que tiene como manos al sol,
el cuerpo reservado al trueno, ancla de ternura,
un cuerpo promesa en el que me pierdo.
Surgiré de este desafío.
Cubrid con la luz de la lluvia amorosa
el rostro de la margarita
y que sea...

Abrazo la época que viene y camino,
rebelde, con andares de capitán,
trazando mi país.
Subid a sus más altas cimas,
descended a sus profundidades.
No encontraréis miedo ni cadenas.
Es como si el pájaro fuera rama,
la tierra un niño y los mitos mujeres
¿o tal vez sueños?

Dejo a los que vendrán después de mí
la misión de abrir este espacio.

 Mi piel no es una cabaña de ideas
ni mi pasión leñador del recuerdo.
Mi ascendencia es el rechazo
y mis bodas germinación entre dos polos.

Esta época es la mía,
la del dios muerto y la máquina ciega.
Que habite en la alberca de los deseos,
que mis despojos sean flores,
que sea el alif del agua, la ya del fuego,
el loco de la vida.


Revelo al tiempo los secretos de sus páginas.
Así confiesa
que es el extraviado, el rebelde, el discordante.



(Beirut, 4 de junio-25 de octubre de 1982)


Traduzido do árabe para o espanhol por  Maria Luisa Prieto



[1]  Sobre las que se grababan los nombres de los infieles que debían ser lapidados, según la ley divina.

Fonte: Poesia árabe

José Eduardo Agualusa Poesia Africana


O homem que vinha ao entardecer



Falava com devagar, ajeitando as
palavras. Falava com cuidado,
houvesse lume entre as palavras.

Chegava ao entardecer, os sapatos
cheios de terra vermelha e do perfume
   dos matos.

Cumpria rigorosamente os rituais.

Batia primeiro as palmas (junto
       ao peito)
Depois falava.
Dos bois, das lavras, das coisas
simples do seu dia-a-dia. E todavia
era tal o mistério das tardes quando
assim falava
   que doía.


Imagem retirada da Internet: homem ao entardecer

Hassan Najmi - Poesia Marroquina



A janela


não sobrou nada:
só a ferida da memória.
e o ponto de encontro
e o cheiro das folhas em livros usados.


da janela:
uma canção entoa um amor antigo.


Como se fosse escrever o livro dos mortos -
torna-se a noite no seu costume.


Como se para brincar com uma tristeza que o acompanha -
dança sozinho na noite.


Tradução de André Simões




Fonte: Sobre as ruínas
Fonte da Imagem: janelas árabes

Abd al-Wahab al-Bayyati - Poesia Iraquiana



Abd al-Wahab al-Bayyati 
Sobre a felicidade


mentiram: a felicidade,
Mohammad,
não se vende.
e então os jornais
escreveram que do céu
choveram rãs ontem à noite.
amigo, roubaram-te a felicidade
enganaram-te
torturaram-te
crucificaram-te
nos laços das palavras
para dizerem de ti: morreu
para te venderem um lugar no céu.
ai como é inútil chorar.
eu tenho vergonha, Mohammad
e então as rãs
roubaram-nos a felicidade.
e eu apesar do sofrimento
continuo a caminho do Sol.


plantaram a noite com adagas
e cães


o céu da noite desaba sobre eles.
então revolta-te!
Mohammad!
então revolta-te!
e cuidado, não sejas traidor.


Tradução de André Simões


Fonte: Sobre Ruínas
Fonte da Imagem: Sultan Bin Ali Al Owais Cultural Foundation


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